TELEFONO y TELEGRAFO


 

A comienzos del siglo XX la entonces llamada “Compañía Peninsular de Teléfonos” tenía abiertas en Gipuzkoa tan solo tres estaciones públicas.

 

 

Año 1957. Oficina de Correos y Telégrafos en la plaza del Ensanche.

(Archivo Municipal de Irun)

 

En 1909 la Diputación decidió instalar una tupida red telefónica en toda la provincia, inaugurándose en aquel año las de Irun y Hondarribia.

En 1943 el Ayuntamiento de Irun se dirigió al Ministerio de la Gobernación manifestando que reivindicaba el derecho a explotar por sí mismo la Red Urbana del teléfono, una vez extinguido el plazo de concesión otorgado por la Diputación Provincial de Guipuzcoa.

 

Antes de llegada de los teléfonos, el telégrafo era el sistema que existía para una comunicación rápida.

La línea Irun-Madrid fue la primera importante de España. El primer parte salió de Irun el  2 de octubre de 1846. Se realizó a través de un telégrafo óptico.

Las crónicas de aquellos tiempos apuntan como una buena marca que el despacho expedido en París a las diez de la mañana, llegara a Madrid a las 4 de la tarde.

Los franceses que disponían de una línea telegráfica París-Bayona, la prolongaron hasta Behobia, donde se traducían los telegramas en uno y otro sentido.

 

 

Dibujo en el que se muestra la estación telegráfica óptica emplazada en el alto de Olazabal.

(Luis de Uranzu. "Un pueblo en la frontera)

 

Un telégrafo óptico era un dispositivo diseñado para ser visto a gran distancia mediante señales luminosas en un alto. Colocando varias torres en cadena podía hacerse que cada torre repitiese el mensaje de la anterior, propagándose así y recorriendo grandes distancias.

Los puestos de torrero eran cubiertos por habitualmente por militares; también por civiles y carabineros.

 

 

 

El telégrafo eléctrico, que sustituyó al óptico, se inauguró en 1854.

Fue concretamente el 8 de noviembre de aquel año cuando la reina Isabel II hizo llegar por primera vez un mensaje fuera de nuestras fronteras a través de un telégrafo eléctrico.

El mensaje recorrió en tan sólo unos minutos media España para llegar hasta Irun.

Se había logrado, por fin, terminar con las largas esperas que se daban hasta que una carta llegaba a su destino.

 

Fue al construirse el ferrocarril Madrid-Irun cuando más en evidencia se puso la gran utilidad del telégrafo eléctrico.