BARES Y TABERNAS |
Según datos facilitados en su día por Bidasoa Activa, en Irun hay 2,73 establecimientos hosteleros por cada mil habitantes.
Concurridas terrazas en la plaza del Ensanche,
Repasando las viejas monografías de Irun de D. Emilio Navas, encontramos algunas citas curiosas: Una disposición dictada en abril de 1938, por la que quedaban suprimidas las propinas en cafés y bares; pero como en otras ocasiones, se olvidó pronto lo dispuesto. Pudo más la fuerza de la costumbre.
Otra del año 1940, dictada por el Gobernador Civil, prohibía el empleo de vocablos extranjeros en los rótulos, anuncios, etc. a la vez que dejaba en suspenso la apertura de nuevos establecimientos en los que se sirvieran "artículos de comer y beber".
En 1950, había en nuestra ciudad 57 bares y tabernas, y 4 cafés, Tres años más tarde se elevaron a 70. Con arreglo al censo de población de la época, resultaba que había un establecimiento de bebidas cada 300 habitantes.
LAS TABERNAS DE ANTAÑO...
En 1591 había en Irun tres tabernas. El exclusivista de aquel año se comprometió a suministrar a los iruneses vino de Ribadavia (comarca del Ribeiro. Galicia) vino generoso de Andalucía y “chacolín”, a precios, respectivamente de 3, 14 y 2 reales el “picher” (medida equivalente a 2 litros). El rematante tenía que abonar 132 reales a la iglesia de Santa María del Juncal.
El año 1682 muchos vecinos de Irun se quejaron de que los taberneros negaban el vino a quienes no fueran de su devoción. El Concejo irunés dispuso que cuatro o seis tabernas determinadas vendieran a todo solicitante el vino entregado por el mencionado Concejo.
De lo anterior se deduce que, desde antaño, siempre hubo en nuestra ciudad normas que regulaban la instalación, funcionamiento e inspección de establecimientos públicos y privados de hostelería.
Antiguamente, en Irun, la venta de vino, se adjudicaba en almoneda (subasta) pública a “candela encendida”.
Cantina - merendero en el Barrio de Olaberria. Año 1953. (Archivo Municipal de Irun).
Consistía en dar a conocer a todos los asistentes el lote por el que se va a pujar y del que se daba el precio de salida. Comenzaba en el preciso instante en que se prendía una cerilla. Mientras sujetaba la cerilla encendida, el subastador iba incitando a los presentes para que pujasen. La más alta puja que se hubiera realizado al consumirse la cerilla es la que se llevaba el lote. Nadie que no fuese el vencedor en la subasta, podía introducir vino en Irun.
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