CEMENTERIOS


Si exceptuamos la necrópolis de la ermita de Santa Elena, el cementerio más antiguo del que tenemos noticia en Irun data de 1466 en terrenos de la parroquia del Juncal que, tras la construcción de ésta, pasó a su  parte delantera.

 

 

Planos del desaparecido cementerio de Kostorbe. Año 1856.

(Archivo Municipal de Irun).

 

Según el historiador A.A guirre Sorondo, hubo enterramientos en el interior de la iglesia del Juncal.

Personajes tan relevantes en la historia de Irun como Miguel de Ambulodi o Miguel de Astigar, recibieron allí sepultura.

 

Un documento eclesiástico de 1592 da pie para confirmar la existencia de sepulturas en el interior de la iglesia, al parecer propiedad exclusiva de los clérigos de la Parroquia y el exterior lugar común de enterramiento del resto de fieles.

 

A raíz del Concilio de Trento (1545/1563) se obligó a todos los párrocos a llevar libros donde se registrasen bautizos y difuntos de sus feligresías. El primer asiento del antiguo registro de defunciones de Santa María del Juncal está fechado el 14 de febrero de 1645 y se señala que ese día falleció Martín de Uzeta.

 

En 1807, el cementerio que ya se había trasladado a la parte posterior de la parroquia, contaba con "depósitos de huesos" y "cuarto de ataúdes".

Fue ampliado en 1848 utilizando la parte de jardín existente junto a la iglesia. En 1855, y debido a la epidemia de cólera, quedó fuera de servicio ya que por su proximidad a la población podía ser un foco de infección.

 

El  lugar elegido para el nuevo cementerio, a pesar de las protestas de algunos vecinos, fueron los terrenos de Kostorbe, en lo que hoy conocemos como parque de Mendíbil. Se abrió en 1856.

 

Pegante al camposanto existía un cerrado de 200 m2 para no católicos. También eran enterrados fuera del recinto, los cadáveres de criaturas que no hubieran recibido las “aguas de socorro”, y los de otros “casos especiales”.

 

En un expediente de 1898 del Archivo Muncipal de irun, se dice que en julio de aquel año, apenas quedaba sitio para enterramientos para cuatro o cinco meses más.

 

La solución fue el nuevo cementerio de “Blaia”.

 

En 1892, el Ayuntamiento adquirió los terrenos y para agosto de 1897 la obra estaba terminada, aunque hubo que esperar unos meses para poder inaugurarlo, a la espera de la correspondiente autorización eclesiástica. La apertura oficial tuvo lugar el 1 de diciembre de 1898.