Posiblemente, uno de los caseríos más antiguos de Irun estuvo en el barrio de Anaka. El caserío "Gebara", del siglo XVI, que en 1988 fue desmontado piedra a piedra  para una posterior reedificación de la que nunca más se supo. Estaba ubicado en lo que hoy conocemos como plaza del Embajador Arístegui.

 

 

Caserío "Gebara", desmontado piedra a piedra en 1988

 

En 1766, cuando se independizó de Fuenterrabía, había en Irun 230 caseríos.

 

 

 

MUY INTERESANTE

 

Haciendo click en la foto se accede a un enlace

en el que aparece este mapa con todos los caseríos de Irun en el año 1901

Se recomienda ampliarlo.

 

 

Una de las peculiaridades de nuestros caseríos, como el de "Gebara" es que todos tienen nombre propio.  La denominación es reconocida por vecinos y autoridades, y salvo excepciones, permanece invariable a través de la historia.

El símbolo de riqueza del caserío era el número de cabezas de animales domésticos, particularmente el ganado vacuno. Los cerdos no se mezclaban con el resto de los animales.

Antiguamente, buena parte de nuestros baserritarras no eran propietarios de los caseríos que ocupaban. De los 10.400 caseríos censados en Gipuzkoa, solo 6.792 eran propiedad de los que los ocupaban, el resto estaban en régimen de arrendamiento.


 

En el siglo XVII muchos de ellos vivían presionados por las amenazas de sus rentistas.

Los plazos de arriendo oscilaban por costumbre entre 6 y 9 años, comenzando el día de San Martín y la renta se abonaba casi siempre en especies con productos de la tierra. En raras ocasiones se combinaban ambas modalidades. Para el pago en especie existía una variedad de manzana las "gorde sagarrak", que se conservaba durante muchos meses. Los censos (préstamos) tenían establecido un interés en torno al tres por ciento.

 


La construcción de los caseríos exigia sacrificar un importante número de robles centenarios de los bosques comunales. El ayuntamiento de Irun cedía, previa autorización, la madera gratuitamente a los vecinos que necesitaban construir o rehacer sus casas. 

 

 

Como dato curioso destacaremos que en 1666 los vecinos de Irun solo pagaban 32 reales por el millar de tejas. Explicamos los motivos. Las tejerías, así como los hornos de fabricación de cal, utilizaban como combustible madera que provenía de los bosques de nuestros montes concejiles, en consecuencia el ayuntamiento se creía con derecho a fijar los precios de venta de estos productos.

 

Estructura de la techumbre

 

A principios de siglo había casi siempre un maestro que proyectaba la obra del caserío y la dirigía hasta su término. A partir de 1650 las funciones empezaron a desdoblarse y apareció la figura del maestro que solamente dibujaba los planos del caserío a construir y luego dejaba a otros oficiales que se ocupasen de la ejecución.

La construcción de un caserío, que duraba algo más de dos años,  conllevaban un pacto entre caballeros ya que todos los contratos eran verbales.


 

Arando en Jaizubia. Del libro "Etnografía del Pueblo Vasco"

 

Los bueyes eran fundamentales para arrastrar y levantar, con rudimentarias poleas, los gigantescos robles y las moles de piedra que había que extraer de la cantera para ser labradas a pie de obra.

En el siglo XVII un buen caserío venía a costar lo mismo que doce bueyes de tiro.


 

 

Hasta muy avanzado ese siglo, en que se impusieron las paredes de ladrillo, los tabiques de separación eran de mamparas de tablas. Pero hasta unos años antes la intimidad era prácticamente nula, pues toda la familia dormía en una sala común, a lo sumo con separaciones de simples cortinas entre rudimentarias estancias.

La cocina era, por así decirlo, el corazón del caserío,  el lugar donde se reunía la familia y se concertaban los matrimonios. Durante el siglo XVII el fuego se encendía sobre una losa colocada en el centro de la estancia. Las típicas chimeneas de fuego bajo con campana adosada al muro no se generalizaron hasta bien entrado el siglo XVIII.

Algunas cocinas disponían de ventanillas que daban directamente a la cuadra, para vigilar al ganado.

 

 

 


El mobiliario era escaso. Uno de los elementos considerado esencial era el arca, habitualmente heredada de los padres, donde se guardaba la ropa blanca. El arca era también una pieza clave de la dote femenina.

Parece ser que en verano, en algunos hogares se empleaban colchones de hojas secas de maíz, más frescos que la lana. Además tenían otra utilidad, después de haber sido usados por algún enfermo, al fallecer éste, se quemaba.

Luego estaban los trojes que eran unos grandes arcones de madera en los que se guardaba el trigo cosechado. Tenían la particularidad de que eran desmontables.

El mayor de los peligros de un caserío era casi siempre el fuego. Bien por la caída de un rayo o por errores de manipulación de los elementos de iluminación consistentes en rollos de vela de cera o candiles de aceite, o de los propios fogones que estaban en el centro de la estancia principal.

 

Arcones para guardar grano (Izda.) y ropa.


 

Fuentes:

Gipiuzkoakultura.net

Archivo Municipal Irun