Txomin Lazkano
No se lo pensó dos veces cuando, hace ya bastantes años, el banco en el que trabajaba le ofreció la jubilación anticipada. Como cabe suponer, desde entonces su vida cambió radicalmente, dedicándose a sus aficiones preferidas. A Txomin lo que le ha gustado, y le gusta, es caminar, pero no de cualquier manera. Siempre ha sido muy selectivo en sus rutas, aunque algunas las ha repetido en varias ocasiones, por algo es miembro Club de Amigos del Camino de Santiago y su peregrinar le ha llevado unas cuantas veces hasta Galicia por los más variados senderos. En sus paseos de cercanías nunca sale de casa sin su bastón, y hasta no hace mucho con su su perra boxer “Luba”, ya desaparecida y, por supuesto, su máquina de fotos. La afición a la fotografía le viene de lejos. Pertenece a la Asociación Fotográfica Irunesa desde sus orígenes. Fruto de esta dedicación, miles de fotos y diapositivas se amontonan más o menos ordenadas, en una pequeña habitación plagada de libros y recuerdos que Txomin ha habilitado como despacho. Hemos tenido el privilegio de visionar cientos de imágenes, y con especial atención las que él considera las mejores, que con paciencia y buen gusto ha ido escaneando con un viejo ordenador, “heredado”, como él dice, de uno de sus hijos. Como adelanto de lo que en su día será una presentación en toda regla, en el auditoria "Arantxa Manterola" de nuestro barrio de Anaka, mostramos algunas de sus fotografías que nos han llamado la atención por su originalidad y belleza y que él ha bautizado sencillamente como “Rocas”. Para nosotros son algo más. Desde el punto de vista geológico es una invitación a un detallado estudio sobre tan originales formaciones. Del lado artístico es la evidencia de cómo la naturaleza, sin más ayuda que el paso del tiempo, compite con los defensores de lo abstracto, pero sin extravagancias ni manipulaciones de ningún tipo, convirtiendo en un simple aprendiz al más vanguardista de los autores. Para aquellos que quieran ver estas reproducciones al natural, no tienen más que acercarse a las laderas de Jaizkibel, del lado del mar. Solo precisan de buen ánimo para el paseo y, a ser posible, una mínima parte de la capacidad de observación de Txomin Lazkano.
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