Participación  la Banda

de Pífanos y Tambores

en la recreación histórica

de la

II Batalla de San Marcial

 

de 1813 en Irun

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La última batalla de la Guerra de la Independencia Española  tuvo lugar en el monte San Marcial, en Irun, el 31 de agosto de 1813.

 

Era de esperar que los franceses intentaran romper los sitios de San Sebastian y Pamplona, de modo que se dispuso la defensa de los pasos del Bidasoa. Sin embargo, los franceses se reagruparon antes de lo que se esperaba, y concentraron un ejército de 18.000 soldados en Labourt, al mando del mariscal Soult. Frente a ellos, un ejército aliado anglo-español de unos 10.000 efectivos.

En la madrugada del 31 de agosto, los franceses, cubiertos por la neblina matinal y la artillería, comienzan el ataque y pasan por varios vados entre Hendaya y Endarlaza. Entran con fuerza prácticamente hasta la cumbre de San Marcial, pero el terreno accidentado y boscoso, donde los estrechos senderos solo permiten el paso en fila india de la tropa, no es el más adecuado para el estilo de ataque en formación ordenada y compacta que los franceses acostumbraban a usar, de modo que se genera un caos entre las líneas que los defensores aprovechan para hacerles frente a bayoneta calada.

Tras este primer intento frustrado, los franceses vuelven a la carga. El General Freyre, al mando del Cuarto Ejército español (llamado “de Galicia”) pide ayuda a Wellington y sus tropas inglesas, pero este se niega, considerando que los soldados españoles pueden y deben resistir por sí solos. En esta segunda embestida, los franceses ganan terreno, llegando hasta la ermita de San Marcial, en la cima del monte. Sin embargo, las tropas españolas consiguen aguantar el envite y con grandes pérdidas, logran rechazar nuevamente las tropas del mariscal Soult.

Para entonces, los franceses oyen claramente el estruendo de los cañones ingleses disparando contra sus compatriotas sitiados en San Sebastián, e intentan un tercer ataque para tratar de llegar a socorrerlos. En esta tercera acometida, la situación llega a ser crítica por el avance de los franceses, y solo la aparición de tres batallones de Voluntarios de Gipuzkoa consigue que las tropas españolas pueda arrojar a los franceses monte abajo, hasta el río Bidasoa, a culatazos y a bayoneta calada. A modo de curiosidad histórica, decir que en la batalla sobresaldría por su arrojo un oficial vasco, y sería condecorado por ello: el entonces capitán Tomás de Zumalacarregui.

Tras dicha batalla, los aliados cruzaron el Bidasoa y la guerra continuó al otro lado de los Pirineos hasta que se firmó la paz.

 

Fuente: Boletín de Estudios del Bidasoa, nº 12 año 1995