CAPÍTULO 13
Otro episodio sangriento tuvo lugar el 23 de julio de 1793 en la villa de Urruña, en la que los españoles fueron derrotados. Ventura Caro, que dicho se de paso, asistía en persona a los combates que se daban al otro lado del Bidasoa, dándose cuenta de la falta de decisión de los franceses, decide realizar un reconocimiento en terreno francés, y al mando de 3.000 hombres de infantería, 400 Dragones del Rey y algunos cañones de Irun, se dirige hacia las alturas de Urruña donde sitúa sus tropas. A su vista, los granaderos franceses al mando de Willot, y el coronel Robert con sus Dragones cargan contra los españoles por su espalda. En esta acción Caro fue derribado dos veces de su cabalgadura y estuvo a punto de ser muerto o preso por los Dragones, que no lo reconocieron por no llevar su uniforme habitual. Aunque sufrió varias contusiones y perdió su espada y su sombrero, Pedro de Úbeda, jefe de la Compañía de Contrabandistas, que lo vio, ordenó recogerlo y transportarlo a Irun donde se hizo sangrar al día siguiente. (1) Los españoles derrotados se retiran protegidos por las baterías de San Marcial. Casi doscientos soldados españoles fueron hechos presos y enviados a Baiona. Entre ellos el mariscal de campo conde de Roffignac, aunque de origen francés en 1784 pasó a servir al rey de España, Carlos III. Ventura Caro escribió desde Irun a d’Elbecq que si algo le ocurría a Rofignac, tomaría represalias sobre el general La Génetière, que había sido hecho prisionero por los españoles en la batalla de Chateau Pignon, y que se encontraba encarcelado en Pamplona. Le recordaba al mismo tiempo que otros 4.000 soldados franceses estaban presos en España.
En el siglo XVIII, hacerse sangrar, era un procedimiento médico común para tratar una variedad de enfermedades. Se creía que la sangría equilibraba los cuatro humores del cuerpo y eliminaba sustancias nocivas.
Nació el 24 de diciembre de 1740 en Feuillade (Francia). Entró al servicio de la Corona española en 1784, recibiendo el título de Conde y Grande de España. Comandó como general de división en Cataluña en 1792. Ofreció su cabeza para salvar la del rey Luis XVI, pero fue en vano. Cuando España declaró la guerra a Francia, participó como general español. Tras una derrota, fue hecho prisionero, internado en la Conciergerie y condenado a la guillotina. Fue salvado por la tenacidad y el coraje de su hija, Isabel, quien realizó numerosas gestiones para que se revisara su estatus, a pesar de su propia vida. Regresó a España, donde falleció en Madrid el 23 de septiembre de 1807, a los 66 años.
(Continuará…)
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